domingo, 3 de mayo de 2009

:: El Arte de Leer ::


¡Ahh¡ Redacción II. ¡Qué tiempos aquellos! Tiempos en que uno podía redactar a gusto, sin la presión de escribir una nota periodistica en 4 x 4 (Cuatro párrafos, cuatro líneas). Volvamos a lo básico y recordemos esos tiempos memorables. Donde veías 9 y 10 por doquier. En tus trabajos.

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A Mariela le gusta leer. Tiene 18 años y es ejemplo para muchos jóvenes que se dejan seducir por la "cultura de la imagen". Pasa la mayor parte de su tiempo leyendo toda clase de autores. Carpentier, Quiroga, Poe y Christie son algunos de sus escritores favoritos. Puede recomendarte un libro con la misma precisión que un crítico literario. Prácticamente, ha convertido la lectura en uno de sus pasatiempos favoritos.

Mariela es una excepción en nuestros días. Sobre todo, porque muchos jóvenes han perdido el interés por la lectura; otros han perdido la noción del tema. Cada vez que un profesor cita a un escritor reconocido, los compañeros de Mariela lo observan con desconcierto. Todos, excepto ella. Debido a su curiosidad literaria, sabe lo que se discute en clase. Desconoce quién es Paris Hilton, pero disfruta con las delicias de los autores clásicos. Además percibe que algunos de sus compañeros estudian por alcanzar la "excelencia académica", no por satisfacer sus ansias de conocimiento intelectual.

Aparte del desinterés, hay que resaltar cierta apatía hacia la lectura. Mientras 4 de 10 jóvenes afirma que lee por "obligación académica", el resto incorpora la lectura dentro de sus actividades cotidianas. Mariela es una de ellas. Gracias a las buenas bases del colegio, ella se considera exenta de los demás. Puede degustar una obra clásica con soltura; pero un adolescente promedio, no. Por eso, no es inusual que ciertos jóvenes opten por leer temáticas promovidas por los medios de comunicación. Y que devoren las páginas de dichos textos con cierta "devoción literaria". Los clásicos han pasado a la historia y, para muchos jóvenes, ahí se quedarán.

No nos queda duda. La población juvenil lee, pero no saca provecho de ello. Cabe destacar el impacto nocivo generado por la globalización, que desvirtúa el verdadero "bagaje cultural" actual. Pasan horas conectados a Internet, buscando material de toda clase. Las frivolidades del espectáculo, moda, salud, belleza, "reviews" de discos y películas… Cualquier cosa, menos una obra literaria, o por lo menos la biografía de algún escritor clásico. Mariela no deja de interesarse por estos temas. Trata de informarse de ciertos tópicos que impresionan a los jóvenes de su edad. Pero no deja los libros de lado. Sabe, a ciencia cierta, que sus amigas pensaran que es una "freak". Sin embargo, espera que algún día tomen con seriedad su afición literaria.

Ante ello, ¿qué podemos hacer para que los jóvenes se interesen por la lectura? Para empezar, debemos destacar la raíz del problema: las malas bases. Tanto maestros como padres de familia han errado en considerar la lectura como una actividad obligatoria. "Persuasión, no represión", sería el estandarte idóneo para evocar cierta inclinación lectora por parte de los jóvenes salvadoreños. Ninguna actividad humana logra ejercerse bajo la presión o la amenaza. Ni el amor ni la revolución, mucho menos la lectura. Sobre todo, porque las metodologías pedagógicas primitivas no encajan en nuestros tiempos. "La letra con sangre entra" pasó de moda. La motivación y la voluntad individual son piezas claves conservación de los cánones literarios clásicos. Es un reto, pero habrá que potenciarlo.

Otro elemento fundamental sería el fomento de la lectura en un hábito cotidiano. Dedicar parte del día a degustar una obra literaria total despreocupación es relajante. Se convierte en un oficio que sólo pocos saben ejercer pero, como los buenos vinos, se degusta mejor con el correr de los años. Ahí tenemos a los clásicos, los profesores de literatura que enseñan con el corazón y Mariela para demostrarlo.


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